Recuerdo claramente el momento en que este concepto cristalizó. Durante una de nuestras largas conversaciones, Daniel compartió su frustración por sentirse eternamente dividido entre dos mundos. "En tierra sueño con el mar, bajo el agua mi cuerpo me recuerda que soy un intruso", mientras me hablaba de cómo se había dedicado toda su vida a la oceanografía, a sus viajes... y su mejor experiencia, cinco años destinado como científico en la Antártida.
Fue entonces cuando lo vi: esa dualidad no era una limitación sino la esencia misma de su ser. Propuse capturar ese umbral exacto donde ambos mundos se encuentran, con su rostro emergiendo justo en la línea divisoria del agua.
La máscara roja fue deliberada: un marco visual que resalta sus ojos como ventanas entre realidades. El proceso de creación fue como esperar durante horas a la luz perfecta y las condiciones del agua adecuadas. Emerger en el momento exacto.
La fotografía no muestra simplemente a un buzo en el agua; revela ese dualidad donde Daniel realmente habita: ni completamente de un mundo ni del otro, sino en ese poderoso umbral donde ambos convergen.
Ahora esta fotografía preside la entrada de la casa de Daniel, se ha convertido no solo en una pieza decorativa, sino en el símbolo personal recordándole que su mayor fortaleza reside precisamente en esa dualidad que antes consideraba una limitación.
Comprendió que algunos organismos no solo sobreviven en los límites, sino que evolucionan específicamente para habitar y prosperar en esos espacios intermedios.